viernes. 29.03.2024

Déjeme respirar

"Ni dieciocho gobiernos juntos generan tantos puestos de trabajo, con contrato indefinido, como los hijos"

Déjeme respirar

"Ni dieciocho gobiernos juntos generan tantos puestos de trabajo, con contrato indefinido, como los hijos"

 Artículo de Opinión de Pascual Fernández Espín 

Decía uno de los mensajes, de los cientos que llegan cada día a mi whatsapp, anunciados todos ellos mediante pitilín misterioso y vibrado... tantas vibraciones al cabo del día, y en el bolsillo del pantalón, pues no sé como le vendrá a mi virilidad de canas y artrosis... Pero como les digo, el brivato referenciado parecía haber entrado en mi teléfono con jodidillo rintintín y regusto a triunfo roto. ¡Vamos!, uno de esos mensajes que te abren la espita borde del cabreo y que al leerlo te dan ganas de comprarte un par de euros de bosque y perderte donde no te encuentre ni el aíre.

Pascual Fernández Espín, escritor murciano nacido en Bullas en 1948, es autor de "Bulerías tal como lo escuché", "Salto lucero", "El pastel ajeno", "Con el Otoño a cuestas" y de "Testimonio de una tragedia". Pascual Fernández Espín, escritor murciano nacido en Bullas en 1948, es autor de "Bulerías tal como lo escuché", "Salto lucero", "El pastel ajeno", "Con el Otoño a cuestas" y de "Testimonio de una tragedia".

Decía el whatsapp, ya sin más preámbulo: “Ni la patronal, ni los sindicatos, ni dieciocho gobiernos juntos generan tantos puestos de trabajo, con contrato indefinido, como los hijos” Osus María, qué verdad tan rotunda. Y lo que más fastidia es que todos ellos lo saben. Lo saben los hijos y lo saben los mandamases de turno, como también saben estos últimos que si a las estadísticas de pobreza y penalidad le quitásemos el papel de celofán con que suelen envolver los datos de pobreza, ni Dios ni el diablo volverían a tenerlos presentes en tiempos de urnas.

Aclarado el concepto, si me lo permiten, comenzaremos por el principio. Como ustedes sabrán, y si no se lo contamos: el día uno de octubre del presente año, a bombo, vaselina y platillo dicen que se celebró, porque yo no me enteré, el día internacional de los mayores. Séase el día de todos aquellos que deberían estar en el descanso del guerrero y no a los pies de los caballos si los ciclos naturales de la vida se cumplieran. Seguro que tropecientos mil  abuelos llegaron a  pensar antes de la jubilación que una vez alcanzada ésta podrían liberarse de la tiranía del despertador y de las risitas de baba del patriarca del laboro. ¡Vamos! que cuando se jubilara, sin dar más explicaciones que las justas, podría hacer de su vida lo que les viniese en gana, y en esa gana, alimentada por un buen puñado de pastillas controladoras de todos los parámetros bioquímicos de su cuerpo: colesterol, la tensión, la azúcar, etc... (lastima que todavía no se hayan inventado las anti políticos) entre otras actividades ociosas, eso sí, en baja temporada, y estirando un poco la paga, viajar a aquel lugar idílico que siempre soñó, irse unos días a su playa favorita, perderse una buena temporada en algún refugio de la montaña. Puñeta, hacer lo que le viniese en gana.

Pero amigos míos, parece que todo está atado y bien atado, como decía cierto caudillo de esta España de botijo y pandereta... En fin, que el hombre propone y Dios dispone, y ahí, justo ahí comienza la odisea de tantos y tantos “mayores”, ya que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, al segundo o tercer día de jubilado, para qué esperar más, poniéndose de perfil y mirando al cuadro del comedor, hablando entre dientes como si estuviera dialogando de otra persona, alguno de tus hijo/as, comienza a reprogramarte los planes de tu futuro y, así, a bocajarro, va y te lo suelta: “Que digo yo, que como Juli y yo trabajamos, si podríais encargaros de llevar a los niños a la “guarde” y después pasar a recogerlos, darles de comer, acostarlos la siesta, cambiarle pañales y llevarlos al parque para que merienden con ganas... Es que no te da tiempo a decir ni pío. Conseguido el primer objetivo, ¡ala!, allá que vamos con otra putadita más. Esta ya con más descaro, o sea, tirando a matar. “Mami, papi…¡Oh! Cuanto os quiero, y como os quiero tanto... que digo yo, que este puente, Paco y yo hemos pensado irnos de viaje a despejarnos del estrés de la semana, y, claro, aunque sea abusar un poquito más de vosotros…que si podíais quedaros con los nenes, y así, como ya duerme aquí durante la semana, los pobrecitos míos no notarán el cambio que experimentan todos los lunes.”

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Envalentonado por la acción del primero, ataca el segundo hijo/a. “Papis, puestos que ya lleváis a la guarde a los dos nenes de mi hermana, como los colegios de Pepito y Marilín os pilla de paso, donde se cuidan dos se cuidan cuatro. Y los pobres padres-abuelos/as-esclavos/as, debatiéndose entre el amor incondicional a su tropa y las ganas mandarlos a todos a freír espárragos, aun siendo conocedores del cruel aforismo que practican sus incondicionales: “al viejo y al bancal lo que se le pueda sacar”, siguen en la brecha. Qué remedio. Siguen erren que erre, exprimidos por los dueños de sus emociones, ese nieto o nieta que les mancha los suelos, les rompe muebles, ensucian cortinas, pintan con rotulador las paredes, les rompe el libro favorito, y nada menos que el dedicado por el autor. Sigue y suma: teclean el ordenador hasta desencajarle las mandíbulas al teclado, patea la pelota en el salón cargándose el jarrón de cristal de Bohemia y los cristales de la ventana, y no conformes, los diablillos de educación extinta… ¡que ricura de niños! rabieta incluida, sin consenso previo ni nada que se parezca al amor fraternal profesado entre Rajoy y Pedro Sánchez… secuestran el mando a distancia del televisor a la hora del partido para saturarse de Mickey Mouse, Donald Duck,Goofy o Bob Esponja. Y a los abuelos que los partan un rayo.

Que partan cien rayos a todas esas personas mayores cargadas de historia y derrotados por el tiempo, pero eso sí, contentos, porque el día uno de octubre la sociedad de consumo les programa su onomástica..¡Qué felicidad! Y claro, si nos quieres caldo, ¡toma, dos tazas llenas!, ya que el  gobierno, haciendo como que no  hace, poco a poco se va quedando con la poca respiración que le va quedando a ese “mayor” que celebra su onomástica el primero de octubre, y con la disculpa de que hay casi nueve millones de pensionista y las arcas del Estado tiene más agujeros que un queso de Gruyere, como el que no quiere, además de cargar sobre sus hombros la manutención del hijo que la puñetera sociedad a desahuciado, nuera y nietos incluidos, juega con su inteligencia, anunciando a bombo y platillo que pese a la gravedad de la situación, como quieren tanto a los pensionistas, (pero que corazón tan grande) en el mejor de los casos, o les congela la pensión o les suben el 0,25%. Séase, un euro y medio que añadir a la paga de hambre y vergüenza de cada mes. Y mientras tanto, todos los pobres usuarios de las tarjetas Black, encarnación viva del cuatrerismo más sublime de nuestra representación social, y no se escapa ni uno, diciéndole al juez que lo expoliado era para complementar sus raquíticos sueldos.

Decía Groucho Marx: “Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien”.


"Con El Peso del recuerdo"

Aprovechamos para informar sobre la presentación en el día 22 de septiembre del nuevo libro de Pascual Fernández, "Con El Peso del recuerdo".

Poco podían imaginar los protagonistas de la historia que la fascinación inicial que llegó a encadenarlos terminaría introduciéndolos en un universo delirante y destructivo, pero cuando los impulsos del corazón se agitan y la sangre hierve, la mente queda invalidada, y la pareja, teniéndolo todo en su mundo, decidió romper con los dogmas sociales del momento para jugar con la ruleta del cataclismo personal, cambiando unos instantes de gloria por la lenta agonía de una muerte adelantada.

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Una extraordinaria novela de intriga, pasión y misterio, donde el autor, en proverbial madurez creativa ha logrado conjugar dos trepidantes historias paralelas en el tiempo. Un thriller de ritmo perfecto que logra enganchar al lector desde la primera hasta la última página, convirtiéndola en una de esas raras obras que se leen de un tirón.

Pascual Fernández Espín, nacido en Bullas, Murcia. Trabajó gran parte de su vida en una multinacional de las telecomunicaciones. Colaborador habitual de radio, prensa y televisión, siendo la literatura, junto a la familia, una de las pasiones más encendida de su existencia. Autor de: Salto Lucero, En Pastel Ajeno, Testimonios de una Tragedia, Con el Otoño a Cuestas, Bullerías, tal y como lo escuché, Con el Peso del Recuerdo.

Déjeme respirar