martes. 16.04.2024

A mi segundo amor territorial, no, por favor

"Cuidar la imagen de la ciudad es también prohibir la libre circulación de ratas como conejos por los parques jerezanos"

A mi segundo amor territorial, no, por favor

"Cuidar la imagen de la ciudad es también prohibir la libre circulación de ratas como conejos por los parques jerezanos"

 Tribuna libre de Pascual Fernández Espín 

Es posible que sea uno de los pueblos más bonitos y genuinos de España, y por ende, aunque para algunos pase desapercibida la realidad, además de ser una ciudad monumental preciosa, Jerez tiene un potencial económico-recreativo-social que muchos otros pueblos quisieran.

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Quizá le falte recuperar aquella pujanza empresarial de antaño y ponerse al nivel de otros tiempos, pero aun así, ahí está su merecida e imperecedera fama en el cuidado de sus inimitables vinos y, casi en exclusiva, la alta gama de sus brandy's y licores de fama mundial, (por algo el empresariado hindú ha puesto sus ojos en ello) además, a todo ello hay que añadirle su no menos fama en la tradicional cría del caballo cartujano, pura raza española, y su famosa Escuela Andaluza del Arte Ecuestre; y si consiguen mantener y fomentar su  rimbombante nombramiento de ciudad de la moto a nivel mundial, el concepto puede seguir dando grandes dividendos a todos los implicados: empresarios, ciudad y ayuntamiento, sobre todo si se acaban las pillerías, se controla el aforo y no se distrae el número de entradas vendidas. Que luego las cifras no cuadran. (¡Ay pillines, pillines!) Es más, como nota aparte habría que destacar su merecidísima fama cunera y esencial del cante hondo, del cante popular y de sus artistas varios y variados. Pero hete ahí que la costumbre y la permisibilidad normalmente suelen amamantar a un monstruo que devora cualquier explendor anterior conseguido, y ahí, justo ahí es donde habría que poner el acento para no arruinar lo conseguido, ya que mirar para otro lado ante una realidad incontestable no conduce a nada.

Supongo que estas circunstancias antaño darían  pie a aquel axioma popular que aseguraba que “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver.” O sea que, por el jodido virus de la indiferencia o la falta de recursos en la caja del parné, lo cierto es Jerez tiene un pequeño problemilla manifiestamente mejorable.

Cierta vez comenté en este mismo medio sentirme jerezano por convencimiento, por emotividad y porque a una sublime astilla de mi árbol genealógico le dio por ver su primera la luz en tierras jerezanas, pues bien, echando mano de esa sensibilidad y condición sentimental, permítanme ustedes que jalonemos algunos aspectos, a mi entender, mejorables de Jerez.

Empecemos por analizar algunos puntos desteñidos en el horizonte central de la población. Plaza Arenal, corazón mismo de la vida social jerezana, zona transitada de un lado a otro cada vez que se pretenda cruzar a pie la ciudad de norte a sur o de este a oeste. Pero amigos míos, si retornamos de nuevo al capítulo de las metáforas populares, “los ojos son el espejo del alma”, y yo añadiría: “y el olfato la conciencia del corazón”, y a la majestuosa plaza le fallan los dos sentidos, la vista y el olfato, bien es verdad que habría que puntualizar que en casi todo el centro de la población se detecta el mismo problema que en la zona reseñada, una falta de escoba que extraña a propios y extraños, además de un olorcito a esencia de caca pura que te hace torcer el gesto hacia un lado como si acabaras de comerte un limón.

Y para que vean que tiene de realidad el comentario, a partir de este momento miren ustedes con detenimiento, observen el retorcimiento de “morrillo” que realizan las columnas de turistas de foto y sonrisa desembarcados en bloque del autobús. Y digo yo, eso sí, con todos los respetos de este mundo y del otro, acaso no hay en el mercado unos coches de funcionamiento eléctrico que funcionan de maravilla; es decir: unos vehículos que pueden funcionar en horario nocturno para no molestar el sueño de los contribuyentes ni a la legión de turistas sonrosados y gesto distraído que pululan de aquí para allá y de allá para aquí.

Unos vehículos dotados de mangueras a chorro y agua con aditivos olorosos para que la joya de la corona deje de oler water atascado... cuya inmunda fragancia se acentúa hasta la arcada en la Plaza del Arenal, junto al parking de carruajes de eterno olor a cloaca y estiércol de caballería. Señores responsables de la limpieza y medio ambiente, hagan el favor de leer entre líneas el trasfondo de esta nueva metáfora, “se come más por los ojos que por la boca.” De ahí mi insistencia en que cuidar el turismo y la imagen de la cuidad pasaría por limpiar más a menudo la zona reseñada, adornar la enorme plaza de retazos de primavera con macetones plantados de plantas de temporada autóctonas andaluzas: gitanillas, geranios claveles, etc. Esos pequeños detalles, por ejemplo, agrandarían la estética de esa bellísima ciudad, y no sólo para  los nativos jerezanos, que afín y a la postre son los que día a día pagan sus impuestos religiosamente, sino también cara al exterior, cara al turismo.

Cuidar la imagen de la ciudad no solo es prohibir los estacionamientos de vehículos en zonas monumentales, que también, sino prohibir la libre circulación de ratas como conejos por los parques jerezanos, concretamente por el Parque de la Alameda Vieja. Bichos que por si mismos espeluznan, poniendo los pelos de punta al más flemáticos. Y si nos alejamos un poco del centro y aterrizamos por las orillas del casco urbano, su presencia comienza a ser preocupante.

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Algunos vecinos del barrio de Las Canalejas se lamentan del poco caso que hace el ayuntamiento de sus quejas cuando avistan a los bichos de rabo y dientes, y que el personal encargado de las campaña de desaratización que antaño lo hacian cada año, hace cuatro que no aparecen, y si se asoma por la zona algún técnico del ayuntamiento siempre cabe la posibilidad de que sea para encasquetarles algún impuesto añadido. O sea, que están contentos.

Pero como exclamó el maestro taurino, Rafael el Gallo, cuando su representante le presentó a Ortega y Gasset con la vitola de filósofo: “¡Hay gente pa to!” y como hay gente pa to, en vez de ir esa gente de safari a Bosuana, que pilla en las áfricas borbónicas y de revolcón ¿por qué no se organiza un safari de caza salvaje aquí mismo, en Jerez, en el Barrio de Canalejas, ya que roedores como camellos los hay de co... Con perdón.

A mi segundo amor territorial, no, por favor