jueves. 25.04.2024

Aznar, el que se fue pero nunca se supo ir

Segundas partes nunca fueron buenas. Por eso, cuando alguien se va debe irse para siempre

Aznar, el que se fue pero nunca se supo ir

Segundas partes nunca fueron buenas. Por eso, cuando alguien se va debe irse para siempre. Sobretodo hay que saber irse y entender que no se debe volver, y mucho menos intentar estar influyendo desde la sombra.

Algún ilustre ya se autodenominó ‘jarrón chino’, no se sabe si por su longeva existencia o por su poco valor pecuniario según el mercado de los bazares orientales. Personaje que se ha mantenido en un muy discreto tercer plano durante años y años. Tiempo en el que se dedicó a ganar dinero, mucho dinero. Felipe González ha intentado ser discreto hasta los días previos del famoso comité federal que se saldó con la figura de Pedro Sánchez como secretario general socialista y como diputado.

González dejó la secretaría general del PSOE meses después de que perdiera las elecciones generales de 1996 y José María Aznar fuera investido presidente del Gobierno de la Nación. Punto de inflexión en la historia de España. González fue un gran presidente del Gobierno. Con sus defectos y sus virtudes, con su corrupción y los GAL. Inició la modernización de España y acalló los ruidos de sables, consolidando la democracia.

Aznar fue incluso mejor presidente del gobierno. Con sus defectos y virtudes. Con la corrupción bajo su mandato – mucha de la cual ha aflorado en los últimos tiempos – y sus meteduras de pata con la guerra de Irak. Ambos, González y Aznar, trataron de meter mano en la incipiente movida separatista catalana, y a los dos les salió el tiro por la culata. Tanto que el PSC es un partido casi residual en Cataluña y el PP nunca ha conseguido levantar cabeza por la cabezonería de un modelo de hacer política.

Ahora Aznar, el que se fue pero nunca se supo ir, ha dejado la presidencia de honor del Partido Popular, figura que es como buscar un pedestal en un rincón del salón poco iluminado donde colocar el jarrón chino. Y cuentan los mentideros que la espoleta de su marcha tiene mucho que ver con la política que Rajoy y el PP están adoptando respecto al nacionalismo catalán y sus deseos secesionistas.

Cuando alguien se va, lo primero que debe tener es buena memoria, máxime si has sido presidente del gobierno. Porque el independentismo catalán comenzó a crecer exponencialmente desde que Aznar se cargó a Alejo Vidal-Quadras como presidente del PP catalán, al parecer por exigencias de Pujol, con quien hablaba catalán en la intimidad.

Desde que Aznar se fue, su fundación – Faes - es decir él mismo, no ha dudado un momento en mantener una actitud crítica contra el PP y de forma especial contra Mariano Rajoy, a quien puso al frente del partido con un histórico dedazo y a quien no ha podido manejar a su antojo, lo que dice mucho de Rajoy y muy poco de Aznar.

Hoy, varios años después de que Aznar se marchara sin irse, el Partido Popular tiene otra cara, más moderna, más cercana a las clases populares, que son las que dan y quitan gobierno. Nadie se explica que tras cuatro años de ajustes durísimos, de una galopante recesión y de casos van y vienen de corrupción, el PP de Rajoy ganara las elecciones del 20 de diciembre de hace ahora un año y volviera a ganar con mayor diferencia las del pasado 25 de junio. Tal vez sea porque el PP de Rajoy ya no es el dóberman que aterra de los spots publicitarios del PSOE.

Aznar se ha dado cuenta que nada tiene que hacer en un PP muy renovado, en el que los carcamales del pasado son eso, pretérito anterior. Y justo por eso pega un portazo mediático, para no terminar de irse.

Aznar, el que se fue pero nunca se supo ir