jueves. 25.04.2024

Cosas mías

La Columna del Caos, por Marga Segura

Cosas mías

 La Columna del Caos  Por Marga Segura 

La Teoría del Caos plantea que el mundo no sigue estrictamente el modelo del reloj, previsible y determinado, sino que tiene aspectos caóticos. Así, los procesos de la realidad dependen de un enorme conjunto de circunstancias inciertas, que determinan por ejemplo que cualquier pequeña variación en un punto del planeta, genere en los próximos días o semanas un efecto considerable en el otro extremo de la tierra. Es el efecto mariposa: Su aleteo en China puede producir un mes después un huracán en Texas.

Pues bien, hoy vuelvo a esta columna del caos porque la noche es fría y los pensamientos recurrentes. Con la necesidad de volcar ese ‘sinsaber’ de la confusión, esa tormenta de ideas huracanadas que, en su origen, puede haber causado algún pequeño instante desencadenante, preferiblemente alejado del mundo ‘insecticil’, con los que no quiero trato alguno.

Y aquí estoy con mi manta y mi infusión, mirando la chimenea cóncava y vacía, estéril. Incapaz de reproducir ni una chispa calórica que alivie la sensación térmica. Recordando y valorando momentos que parecen ayer pero que me abandonaron hace años, quizás menos, o puede que hace una eternidad. Porque el tiempo es tan relativo como que en su orden y estructura ‘mandata’ el caos. ¿Dolor?, también. Como que en un año ya han pasado dos.

Y aquí estoy, inventándome vocabulario de fin de año o de hora punta del insomnio, vete tú a saber las causas reales del aporte vocabulario. Y me acuerdo de Cortázar, Girondo… García Márquez, Benedetti, Sábato, Vargas Llosa… de Rosa Montero, de Pérez-Reverte, y también del periodista que le entrevistó hace poco para El Mundo, Rafael J. Álvarez, que me dejó entusiasmada. Y me absuelvo de la osadía de los inventos con la creencia de que la expresión es libertina y admite los sentimientos indefinibles aún en la RAE. Aún.

Y entre tanto, ando saboreando el revivir de sensaciones inexplicables, extra dimensionales, con brisa de agua salada y espejo. Un espejo y una verdad. El sol presente y la luna pegada al campanario en una mirada compleja que cala más de la cuenta. La intuición, tirando del calvario, y la calma en un abrazo. Calma en el alma.

Sacudida también por realidades que nos llegan en imágenes y que nos muestran lo miserable del lobo que somos. Niños muertos. Ahogados en las costas europeas. Víctimas de bombardeos en Alepo. Abandonados en una peregrinación indignante. Niños abusados por monstruos, acosados por semejantes en la clase. Niños sin cena, ni zapatos. Sí, en Jerez. Donde no hay trabajo. Terroristas enfermizos. Enfermedades mortales, enfermedades mentales. Violencia… caos.

Inmediatamente después me aferro a la solidaridad en miles de gestos de humanidad, a los momentos de corazón, a la amistad, a los valores que hoy más que nunca cotizan al alza. Me recreo en esos rayos de la mañana y en las puestas de sol infinitas. En la lluvia de estrellas y la arena de la playa. En las manos para toda la vida, en las que están ahí, siempre, por si pierdo el equilibrio. En el compás del carbonero y en el jerez de momentitos especiales que llenan el alma de magia. En los ojos que son mis ojos y que me dan la vida.

Y es que el caos se alimenta de compensaciones, en una dinámica de fluir y crecer con impulsos de contracción, con coraje de cor, con mirada al frente. Y así, el año termina y los procesos de la realidad calientan motores para un 2017 que, bajo el paradigma del caos y su infinito orden, nos alimenta la ilusión que, en definitiva, de eso se trata. Porque aún nos queda la vida por delante. Los mejores deseos y una sonrisa.

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