El Rugido de los Motores
Apenas era un niño cuando mi tío nos invitó a mi primo Bernardo y a mí al mundial de motos celebrado en 1987.
Recuerdo con cariño cuando, arreglados como para ir a una boda, nos dirigimos al guarda y le preguntamos dónde estaba la tribuna de Pelousse, a lo que, sonriendo, contestó: "Tenéis todo el campo para vosotros". Han pasado ya 28 años, y lo que era simple curiosidad, se fue convirtiendo en pasión. Hemos disfrutado de los mejores pilotos de la Historia. Hemos vibrado con ellos, llorado sus caídas y aclamado sus triunfos. Aprendido lo que es una chicane, el significado de la bandera a cuadros, y un sinfín de términos que hoy son de lo más usual.
A lo largo de estos lustros nuestro trazado ha pasado de ser un circuito simpático en Andalucía, a ser la "catedral" de motociclismo. Hemos disfrutado poco a poco de la creciente superioridad de nuestros pilotos, que acabaron con la dictadura extranjera en la categoría reina, y mil y una historias más. Cada habitante de nuestra ciudad tiene la suya, y a nadie deja impasible ese fin de semana con rugidos de motores.
Ningún jerezano, en su sano juicio, es capaz de decir que el Gran Premio es inútil, que no reporta beneficios a la comarca, y que no atrae turismo a la ciudad.
Ahora que peligra su celebración, ahora que se ningunean sus aportes, ahora que se intenta paralizar todo, incluso el "paseo de la fama", debemos alzar la voz, tanto si te emocionas con las motos, como si no, tanto si eres fan de Rossi, como de Lorenzo o de Márquez; porque nuestro circuito es patrimonio de Jerez, tanto como el vino, la feria, o los caballos. Luchemos por lo nuestro, no dejemos que lo olviden, que lo escupan y lo dejen morir.
Alcemos la voz tan fuerte, que se escuchen más que el rugido de los motores.