Sanlúcar: tres estilos y los tres toreros a hombros
Crónica de la corrida benéfica “Capotazo al Cáncer”
Entre las cuadrillas, los picadores de los animales primero, tercero y quinto fueron protestados; en banderillas destacaron Gari (de la cuadrilla de Caro) y David González (de Blanco). El mayoral de Torrealta salió a saludar. |
Había expectación por una corrida sin figuras pero con toreros que suscitan interés a la afición. Colaborar a una causa buena es motivo de alegría para todos. Sobre el papel había toreo de culto y anotamos la presencia en el tendido del ganadero Fernando Cuadri y del banderillero El Mangui, así como del alcalde sanluqueño.
Antonio José Blanco a su primero, negro no muy descarado, lo recibe de rodillas con larga cambiada y lo lleva al caballo con chicuelinas al paso; la puya es dura y las banderillas no son brillantes; tras brindis a su hermano, Antonio inicia con buena tanda por la derecha y por ella sigue, sin bajar la mano para ayudar al animal a embestir noblemente, aunque la siguiente tanda es más esforzada terminando con un cambio de manos. El toreo por el izquierdo tiene que ser de uno en uno y hay que recurrir a los ayudados y, tras el de pecho, a un desplante, finalizando con circulares a un toro que se aquerencia en tablas. En su segundo, con poca presencia y anovillado, recibe con un lance invertido y otros deslavazados; el toro pierde las manos incluso antes de llegar al caballo, en el que la puya es breve y la pelea, insulsa; tras brindis al público, ya la primera tanda se realiza en los medios, aunque el toro se raja claramente y obliga a llevarlo muy tapado; por el pitón izquierdo otra vez se raja claramente y va aculándose en tablas; consigue llevarlo a la boca de riego para sacar embestidas a oleadas y en la siguiente tanda, por la izquierda, vuelve a rajarse; nuevamente lucha para traerlo a los medios y nuevamente el toro se va a terrenos de toriles; en tablas intenta sacar algunos lances, pegándose un arrimón, jaleado; Blanco al terminar la vuelta triunfal suelta una paloma al aire y después es homenajeado desde la grada por un mujer con un cante por bulerías.
Antonio Caro Gil, en su primero, colorado, musculado, es desarmado al recibir con un saludo anómalo; en el caballo el toro hace una pelea blandita y al salir cae; hay quite por verónicas y el toro pega un volatín que lo merma; Caro empieza la faena directamente por el izquierdo con una tanda breve y se va a los medios para una más reposada, rematada con un pase de pecho muy elaborado; otra de uno en uno rematada con el de pecho por la derecha, con la espada montada; sigue por ésta una tanda interrumpida con alguna mirada que provoca la huida; vuelve estiloso y hace otra con la misma mano; cambia a la izquierda y empieza por ayudados; cambia luego a la derecha y luego a la izquierda, un tanto en desorden; se aleja y deja respirar al toro para acercarse con esa mano para un ayudado por alto y hasta ahí. En su segundo, negro, bien armado pero vareado, no hay nada con el capote y en varas el toro rehúye la pelea en un primer intento aunque en el segundo fue agarrado para un duro puyazo; ello se completa con un tercio de banderillas desordenado, y hasta ahí, que ahora empieza lo bueno; Caro recibe con doblones por bajo y, aunque el toro cabecea, consigue llevarlo a los medios para enjaretarle una serie ligada que provoca el entusiasmo; en la siguiente tanda el toro va permitiendo la ligazón y luego tenemos un cambio de manos como guinda; el de Las Mesas desata el entusiasmo en los tendidos toreando con la derecha, bajando mucho la mano, en series de pases lentos, desmayados, e incluso rematados con la rodilla en tierra; cuando estaba empezando a forjarse el espejismo el toro le rompe el palillo de la muleta y parece que se rompe la línea de inspiración; sin embargo continúa por el izquierdo, para finalizar con una serie de pases arrebatados que provocan una gran ovación. Locura en El Pino.
Eloy Hilario a su primero, ensabanado, alunarado, capirote y botinero que despierta la admiración del público por su capa, lo recibe de rodillas con larga y luego chicuelinas con revolera invertida; el toro en el caballo cobra una puya larga; en el quite, tafalleras rematadas igual que el saludo; banderillea el propio matador con tres buenos pares, aunque con los peones en la arena (¿dónde están los tiempos de Luis Miguel, que les mandaba meterse?). Tras brindar a los organizadores, las dos primeras tandas de muleta son con la derecha y el toro pierde las manos; con la izquierda y en el tercio, el toro va y viene sin fuerza, sin permitir ligazón y recortando el viaje; se remata con un desplante en los medios; insiste por la izquierda pero el toro se va quedando; llegan los inevitables circulares en una especie de pasatoro, con desplante; pases mirando al tendido, por el derecho, con otro circular y desplante rodilla en tierra, desarmado; serie final de tres manoletinas y el de pecho. A su segundo, colorado bociblanco y brocho, lo recibe con lances al paso hasta los medios; hay buena puya pero el novillo pega un volatín a la salida de un lance y queda tumbado totalmente en la arena; lo incorporan y al poco vuelve a sufrir el mismo incidente; banderillea el propio matador dando espectáculo; Eloy inicia la faena en los medios y el toro necesita mucha suavidad; aquél intenta acoplarse al ritmo lento que éste pide, en un toreo básicamente por el pitón derecho; al poco, el toro va a menos, hasta convertirse en un marmolillo.
El cierre triunfal consistió en ver salir a los tres espadas a hombros por la puerta grande de la plaza de Sanlúcar, llevando el reconocimiento de haberse ofrecido para una obra benéfica y haber dado todo en el ruedo. El resultado de la tarde es motivo de alegría para los artistas que se anunciaron en tanta medida como para los beneficiados.