viernes. 26.04.2024

Dos toreros gaditanos en Las Ventas

Octavio Chacón y Pérez Mota se acartelaron juntos en el primer desafío ganadero del pre-otoño madrileño

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid), 10 septiembre de 2017. Primer desafío ganadero de las corridas previas a la Feria de Otoño. Tarde de temperatura aceptable, sin el rigor veraniego. Un cuarto de entrada. Preside Jesús María Gómez.

Se lidiaron tres toros (primero, tercero y quinto) de Saltillo, encaste de su propio nombre, y otros tres (segundo, cuarto y sexto) de Juan Luis Fraile, encaste santacoloma, línea graciliano, en general bien presentados en su tipo. En el arrastre fue ovacionado el tercero, aplaudido el quinto y pitados el primero, el segundo y el cuarto.

Octavio Chacón: media trasera, dos pinchazos, honda algo caída y dos golpes de descabello; silencio. Pinchazo y estocada honda; palmitas.

Manuel Jesús Pérez Mota: cinco pinchazos y entera desprendida; silencio. Cinco pinchazos y descabello; pitos.

José Carlos Venegas: honda ligerísimamente trasera y descabello; una oreja. Media trasera, media atravesada y tres descabellos; silencio.

Incidencias: en banderillas se desmonteraron, en el segundo toro, Ángel Otero y Alfredo Jiménez y en el quinto, Raúl Cervantes, los tres de la cuadrilla de Pérez Mota.

Era interesante la cita taurina en la primera plaza del mundo este mes de septiembre con la primera de las corridas en fórmula de desafío implantada en Las Ventas por el innovador Simón Casas. Parte del atractivo venía del anuncio de ganaderías que suelen llevar, fuera de los circuitos comerciales, la impronta de lo inesperado. Sin embargo, para nosotros era más interesante ver cómo se acartelaban allí juntos dos toreros de la provincia de Cádiz. Octavio Chacón hacía ya cinco años que no pisaba el albero de aquella plaza pese a que lleva tiempo mostrando sus credenciales en cosos de aquí y de allá con hierros de todos los colores, especialmente los duros. Pérez Mota, por su parte, tenía con ésta su segunda cita venteña en lo que va de año, después de su participación en San Isidro con un hierro también gaditano, el de Rehuelga. Le acompañaba el jienense Venegas, igualmente forjado en ganado duro y que, por cierto, fue el encargado de lidiar hace dos años al gran toro de Saltillo, Viergado, el más bravo de esa temporada y al que le cortó una oreja. En este comentario nos ceñiremos a los dos gaditanos.

Octavio Chacón, de corinto y oro, en su primero, bien presentado y que sale refrenándose, hace un buen saludo avanzando, rematado con media que arranca el aplauso; las dos veces en que el toro es llevado al caballo se duele, intenta rehuir y golpea el estribo; hay un quite por delantales con media nuevamente aplaudido; Miguel Ángel Sánchez pone un buen par. En los primeros compases de la faena el toro se va huyendo a los medios y hay que buscarlo; pone a su lidiador en apuros y se define con tornillazos y cara alta, cosa de manso que se piensa lo de embestir y enseguida quiere rajarse; con  decisión Octavio lo prueba por el pitón izquierdo y arranca los olés del público; con la derecha siguen los tornillazos, lo que obliga a citarlo de lejos para llevarlo lo más largo posible, rematando con bellos pases de trinchera y algún pase genuflexo; el torero está por encima del toro.

A su segundo, serio y algo cornidelantero que sale orientándose, lo saluda mientras se refrena o se desentiende y lo recoge nuevamente para aplicarle lidia antigua caminando hacia atrás y terminando con un bello recorte. Juan Melgar deja dos puyazos duros y largos y el toro sale de naja doblando las manos pero se le aplaude mientras va por el callejón; hay dos buenos pares de Jarocho. En la muleta empieza con una tanda en redondo aplaudida y se va a los medios, donde por dos veces se ve en apuros levantando un ay; con tandas breves, el animal sale siempre del pase con la cara alta, buscando el cuerpo, pero se arrancan algunas palmas; insiste por la derecha y el toro va a menos, le cuesta trabajo entrar, por lo que obliga a citar de frente y despatarrado; tras varios intentos se va a por la espada; el toro ha sido un marrajo que no ha permitido coronar.

Pérez Mota, de grana y oro, a su primero, bonito y cornidelantero pero bien armado que de salida se emplaza, saluda con pocos lances y el toro en cuanto puede se va sin volver; en el caballo pierde las patas y se duele pero en la tercera visita va de largo y es bien cogido aunque el picador le tiene que tapar la salida; en el quite, tras un par de lances hay media belmontina muy marcada. La ovación a los dos banderilleros es la más intensa oída en la tarde. Brinda al púbico pero el toro es remiso, por lo que exige una gran voluntad para sacarle tandas esforzadas, alargando los pases; aunque tiene menos peligro que el primero, está a punto de echarse a la espalda a su lidiador, quien básicamente está haciendo la faena con la derecha; por la izquierda le saca los pases de uno en uno a un animal que embiste sin condición y con la cara altita; aunque no pega tornillazos corta el viaje lo que puede; con algunas tandas aplaudidas, resulta una faena porfiona que no acaba de llegar al público, básicamente por la falta de colaboración del toro.

En su segundo, toro cómodo que sale enterándose y se refrena, ofrece un capote digno sin excesiva voluntad; en el caballo hay puya trasera con pelea sin convicción y a la segunda le aplica la carioca oportunamente aunque el público protesta por no haber una tercera vez; el animal aprieta en banderillas.

La faena empieza con una tanda en redondo en tablas y otra similar en los medios, aplaudida, para seguir con la izquierda para pases de trazo largo y, como el toro repite, el público se enardece, unos por la calidad del toro y otros por supuesta debilidad; va bien por la derecha y no pone excesivas dificultades para lo que es un saltillo; con la izquierda otra vez sigue una labor aseada ante un animal que no presenta excesivas dificultades aunque pronto empieza a salir con la cara alta; hay palmas de tango cuando se va a por la espada.

No salimos de la monumental rebosantes de alegría, aunque nuestra esperanza se sostenga en que se trata de un paso más. Nadie cortó un rabo, pero no estábamos dispuestos a cerrar la jornada así como así. En buena hora decidimos que era la ocasión más propicia para ir a comprobar si es verdad los que dicen de una cocina taurina de los alrededores, por lo que enfilamos nuestros pasos a Casa Toribio (no es publicidad) y dimos cuenta de una buena ración de cola de toro. Allí le dicen rabo de toro; por eso Toribio nos descubrió al momento que veníamos procedentes “de Sevilla o de Jerez”. La degustación fue de más que vuelta al ruedo y además resultó una apropiada ocasión para comentar lo visto en la plaza con otros clientes, taurinos por supuesto, que también nos preguntaban por la marcha de la temporada en la tierra gaditana.

Dos toreros gaditanos en Las Ventas