jueves. 25.04.2024

Galván, profeta en su tierra

En San Fernando, los tres a hombros ante un lleno con que se despide a Rivera Ordóñez

Plaza de San Fernando (Cádiz), sábado, 15 de julio de 2017. Corrida de la Feria del Carmen y de la Sal. Cielo despejado con calor y brisa leve. Lleno de público. Ameniza la banda de la Hermandad del Nazareno, dirigida por Juan Luis Álvarez. Se estrena en la organización la empresa Viento Bravo SL. Preside Jacinto Cano.

Se lidiaron toros de la ganadería de Arcadio Albarrán (que pasta en Alconchel, Badajoz), recortados de presentación en general, descastados y de juego desigual. En el arrastre, el segundo y el tercero fueron aplaudidos; el cuarto, pitado y el quinto, abroncado.

Manuel Díaz El Cordobés, media lagartijera fulminante; dos orejas.  Dos pinchazos y entera; ovación que saluda desde el tercio.

Francisco Rivera Ordóñez, media desprendida y descabello; dos orejas. Media atravesada y descabello; ovación saludada desde el tercio.

David Galván: pinchazo, entera traserilla y dos descabellos; dos orejas. Gran estocada; dos orejas y rabo.

Incidencias: al final de la corrida los tres espadas salieron a hombros por la puerta grande.

No suelo dedicarle mucha atención a los antitaurinos. Las crónicas de toros deben dedicarse a los toros, que son principalmente una fiesta, por cierto la fiesta más culta del mundo. Lo que pasa es que a veces hay cosas sorprendentes y uno se impulsa a comunicar la sorpresa. Recientemente, la autoridad en la cosa había dado muestras de sensatez y mira que los aficionados somos poco exigentes a la hora de pedir sensatez; el caso es que en algunas corridas celebradas en nuestra provincia habían mandado las reuniones antitaurinas a una distancia medio aceptable de la plaza. De pronto vemos que en San Fernando vuelven a colocar a los disfrazados junto a la puerta por donde entran los aficionados; será para que éstos oigan bien cómo les llaman asesinos y violentos mientras pagan por un espectáculo autorizado legalmente. Habrá que poner en los carteles la frase habitual con una ampliación, así “Con permiso de la autoridad competente serán lidiados seis toros e insultados miles de ciudadanos”. Sí, frente a los menos de cien antitaurinos de la contramanifestación llenamos la plaza miles de participantes en la manifestación festiva. La plaza de la Isla registró el lleno, un lleno histórico que no se alcanzaba desde los tiempos de Manuel Benítez El Cordobés (y ni aun entonces, creo). Vayamos al relato.

El Cordobés, que vestía de celeste y oro, a su primero, astigordo y soso, lo lanceó en tablas; hubo larga puya tapando la salida y dos picadas más al relance que despiertan las protestas del público; en banderillas hubo dos pares aplaudidos; tras brindis al público, Manuel inició con unas tandas con temple y luego pasó a torear a media altura pero el bicho empezó a pararse y sólo cabían los desplantes y enroscarse con el toro, aunque hubo un susto al ser levantado sin consecuencias; todavía hubo algo con la izquierda a pies juntos y con la derecha ayudados y los molinillos hasta pararse Un buen detalle: en la vuelta triunfal el maestro se negó a devolver las almohadillas que le tiraban y le pasaba esa labor a los peones; él sólo devolvía los sombreros.

En su segundo, de aceptable presencia y cola que arrastra, no hubo capote pero sí hubo puya y de qué manera, dura, trasera, barrenando y tapando, de modo que el toro, al salir del caballo, se acostó; mientras que los dos pares de rehiletes fueron buenos, la faena no existió porque el animal era un inválido y un marmolillo (cómo sería que el siempre festivo Cordobés mando callar a la banda); ahora viene lo bueno, lo bueno que era el público, que premió con una ovación y el torero salió al tercio, increíble.

Rivera Ordóñez, que vestía de verde y oro, a su primero, recortado, regordío y lavadito, lo saludó con larga cambiada de rodillas y lances a pies juntos hacia los medios; hubo puya tapando la salida y el toro se duerme, lo que hace que le aplaudan; banderilleó el maestro, con un cuarteo, uno de dentro afuera y un violín de dos intentos, seguidos de aplausos y gritos de guapo, guapo; tras brindis al público, Rivera inició por alto y luego en redondo; ante uno reservón que recorta el viaje las tandas son forzadas y pronto se llega a la corta distancia y los desplantes, más circulares y rodillazos, hasta que el toro se echó, falto de casta; lo sorprendente es que hubo aplausos en el arrastre, pero para increíble, lo de las dos orejas y la rapidez de los pañuelos presidenciales.

En su segundo, escobillado de salida y abanto, el recibo de capa fue desanimado pero la puya fue a modo, aunque por lo menos no salió trastabillado; a petición del público volvió a banderillear el maestro, que lo hizo regular, incluso se cayó por su cuenta en la cara del toro, un toro parado; el inicio fue sentado en el estribo y eso fue todo pues el animal se rajó al empezar y en tablas se echó (qué ejemplo de casta) hasta que le dieron muerte; ¿quieren ustedes creerme si les digo que el público rompió a aplaudir con gritos de torero, torero?, aunque más increíble es que el espada salió a saludar al tercio pero dejémoslo así porque era el último saludo torero en San Fernando del que se retira en septiembre.

David Galván, que vestía de verde y oro, a su primero, de presencia aceptable, lo saludó con buena tanda de verónicas al paso y chicuelinas en los medios con media; en el caballo resultó bien cogido y la puya, medida; el inicio fue por bellos doblones y el toro enseguida empezó a dar tornillazos, un regalo, pero David se hizo con el mando y ya estaban las palmas echando humo; las tandas eran enormes, bajando la mano y exponiendo; por la izquierda es más complicado todavía y se recurre a circulares; otra vez a la derecha, viene el colmo, en redondo, el teléfono, el tirar la muleta, el desplante y la plaza se cae; una pequeña pega es que sólo un momento recurrió al truco del molinillo o martinete (recurso impropio de un torero elegante como David); al entrar a matar, desde el tendido se le dedicó un cante por bulería con tema, claro, taurino y de colores aprovechando la buena acústica del coso.

En su segundo, bonito y que sale con patas, el saludo fue a pie juntos con media; la puya fue a gusto del picador aunque el torero pidió el cambio pronto; Álvaro Núñez puso un buen par; tras brindar a Rivera, como despedida, hubo un inicio variado (capeína, por alto, molinetes, otra capeína, el de pecho), y pasó a torear en redondo, con un toro que iba pero pronto empezó a echar la cara arriba; a la izquierda sólo tiene medio recorrido pero por la derecha, otra vez, vino el bajar la mano y poner todo de su parte, rematándose con el toreo de cercanías y un arrimón de colapso; la estocada fue  lo mejor de la tarde.

El final fue apoteósico. Los tres toreros a hombros, la arena llena de gente, especialmente jóvenes y niños, y David Galván coronado como profeta en su tierra. La hora era muy taurina, las once de la noche con la fresca. Habíamos empezado a las ocho, con calor; antes hubiese sido imposible. Estábamos en fiesta, las Fiestas del Carmen, y al salir de la plaza íbamos en manifestación festiva ocupando toda la calle, sin necesidad de autorización. Era el momento de las felicitaciones por muchas cosas, unas vienen, otras van y otras permanecen.

Galván, profeta en su tierra